Postcapitalismo - La hora del genuino habitante


El modelo de acumulación de capital toca techo

El cuadro de situación económico social a principios del tercer milenio no podría ser peor. El ya indudable declive de la matriz energética y del stock biológico global, auguran un más escazo margen de beneficios para una creciente población mundial que aspira ficticiamnte alentada, a alcanzar niveles de consumo ya completamente desadaptados a la verdad de lo que ocurre con la economía.

Una generación nueva parece nunca incorporarse al nivel de vida básico. Decrecen las chaces de empleo, o desaparece la oportunidad de prosperar bajo el opresor peso de una industria cuya especialización y magnitud resulta inoponible para emprendedor alguno en su primer año en el negocio.

El ideal de bienestar desaparece, el sueño del justo competidor se transforma en una falacia sólo repetible en las clases de economía clásica. Y Mientras tanto el malestar se concentra y difunde. Nuevas fuerzas sociales aspiran a poder excluir al estado nacional y al capital concentrado de sus territorios, como estrategia básica para poder lograr mantener a sus familiares y vecinos al margen de la crisis.

Es el final de un ciclo de largo alcance concebido para apropiar, someter y conquistar un 
planeta por la espada y la moneda. Es la asfixia de un modelo colonial perimido cuya vocación por el poder nunca vacilo en provocar más pobreza y temor a las masas de aquellos pueblos colonizados. La religión, la universidad, el sistema represivo y sus opresivos patrocinadores, todos actores ahora destacados por el ridículo rol de la negación mediática, el acto fallido institucional más grave de cometer en plena era de la comunicación global e instantánea.

Lo que ocurre no le pasa a las categorías inanimadas por sí sólas, ni complotan en la oscuridad formas de vida que no estén dotadas de razón y consciencia, como pretendían hacernos creer aquellos mentores de una economía verde. Todo lo que pasa le pasa a la población humana que ha deliveradamente abandonado su posición biológica frente a un planeta que otrora se le ofrecía tan gratuito como abundante a su demanda y ahora tiende al encarecimiento y a la escasez por sencillo incremento de la población humana que en su necio afán sustituye los procesos biológicos que la beneficiaban por circuitos productivos asociados siempre a decrecientes sistemas extractivos.

Hoy un marcado individualismo, enmarcado dentro del sistema derecho ­ ciencia, y la 
consabida reducción a un modelo único de bienestar denominada "modelo". Conspiran en la tarea de terminar de destruirlo todo. Y realmente se merecerían que les demos una mano.

El desmantelamiento programado

Un paso adelante de la catástrofe marcha la planificación bélica que estima la destitución de reinos y naciones completas por el sólo propósito de asumir el control de sus recursos económicos. Es el petróleo, el gas natural, la megaminería o los monocultivos que se expanden por sobre toda otra forma de prosperidad alternativa. Deponen el sistema natural sea que tenga la forma de bosque, río o banco de pesca. Llegan a ocupar toda forma de influir en la matriz de conciencia pública cooptando a su arbitraria potestad políticos, periodistas y sacerdotes hasta hacerlos repetir como en misa la mentira de sus propuestas progresistas.

Nuestra ciudad está seguramente en la lista como toda otra que posea una capacidad de 
autodeterminación que oponer u objetar al "modelo de acumulación de capital" al que llamar sistema. Bombardear, saquear, envenenar y someter a la moneda son el modelo de desarrollo a implementar. Habitar, disfrutar, prosperar y consultar; el texto mismo de la herejía.

Flexibilización cuantitativa

Desde la instalación del decrecimiento en las economías centrales, y sobre todo a partir del año 2006 cuando la infalible economía norteamericana comienza a declinar, numerosas han sido las versiones y medidas paleativas implementadas. La que se terminó imponiendo por sobre toda otra fue la indiscriminada impresión de moneda.

Pero esta temeraria captura de valor a cambio de nada, no comienza de la nada sino que se impone como arbitraria potestad desde las fuentes de opresión que respaldan las grandes alianzas defensivas que conforman las potencias neocoloniales.

Esta potestad colonial no es nueva pero adquiere magnitud global con la crisis del petrodollar allá por el año '73 cuando el stock doméstico de combustible norteamericano comenzó a declinar y se vieron repentinamente necesitados de acceder a inventarios petroleros ajenos.

Desde esa época se abstrajo el signo monetario de su inseparable relación de valor con el 
metal y se recurrió a la mera impresión monetaria. Desde allí que se induce a las naciones periféricas a contraer deudas falaces, exportando una inflación indeseable, induciendo a los recurrentes ajustes devaluatorios a los que nos han tenido sometidos desde aquel entonces.

Con el final de la guerra fría y el consecuente retroceso de las dictaduras latinoamericanas una forma de robo más sutil y especializada se enquista en nuestra región. Repentinamente una cierta "Pax Americana" comienza a propagandizar su tesis privatista como la vía más rápida hacia el mundo desarrolado. Así es como la máquina de imprimIr moneda y deuda se redirecciona hacia las grandes empresas del sector público latinoamericano.

En la actualidad sólo las élites financieras mundiales comprenden la razón por la cual el dinero electrónico se adjudica. De esta forma resultan empoderados del irrestricto favor del crédito sólo algunos magnates que plenamente conscientes de la arbitrariedad y fragilidad del fraude que cometen, arremeten contra toda forma forma tangible de riqueza que pueda sobrevivir al colapso del sistema. Es la era actual, la era de las "commodities".

Qué defendemos y porqué


Defendemos la vida porque los seres vivos tienen la facultad de multiplicarse sin que nadie tenga que venir a verlo como inversión. Porque cada ejemplar contiene la función biológica de su especie sin que nadie lo diseñe, e interactúa adecuadamente con las demás formas de vida presentes en su medio natural sin que nadie los capacite. Así la vida ha sabido nutrirnos a todos en su infinita gratuidad y sólo resta poder aceptar a esta mágica potestad como a aquella cuya majestad soberana rige a todas las poblaciones biológicas dentro del sistema. Nuestro sistema biológico; la única máquina que sirve.

Defendamos el territorio. No porque nos guste dar miedo a los extranjeros, sino porque allí radican las condiciones de contener biomasa, biodiversidad y dar así un escenario de 
interacción a todas las más diversas formas de vida que allí han venido especializándose
durante millones años. Protejamos las montañas como fuentes de agua, el bosque nativo como primera condición propiciatoria de vida silvestre y a todas las formas de vida que lo habiten.

Ese es fue y será el fundamento real de toda libertad. No perdamos el contacto con la 
naturaleza, ella tiene para nosotros reservado un lugar que nos caracteriza y dignifica.

Arturo Avellaneda
para Revista HABITANTES


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