"La primera tarea de la educación es agitar la vida,
pero dejarla libre para que se desarrolle"
Maria Montessori
No tenemos dudas acerca de que la educación formal es una herramienta inhibitoria de la conducta natural humana. Lo que restaría averiguar es:
¿Por qué?
Todos los seres vivos se caracterizan por tener una función típicamente adecuada al sistema biológico que habitan. Muchas de estas actividades son innatas como conducta de cada especie y no necesitan ser aprendidas por los nuevos miembros que se incorporan.
Los mamíferos superiores en particular poseen una conducta compleja que incluye la trasmisión de hábitos adaptativos aprendidos que deben ser trasmitidos a cada nuevo individuo que se incorpore a la comunidad.
Este ser humano que somos, puede hacer de su propia conducta un relato lógico al que sin duda muchos querrán llamar cultura. Pero, es realmente posible compilar dentro de un programa educativo las pautas de conducta que nos devuelvan ilesos al medio natural del que originariamente parten las comunidades culturales que nos dieran origen sin acaso alterarlos. Y de ser así: ¿Para qué hacerlo?
Será entonces que se trate de una conformación adaptativa a las restricciones que imponen las normas esperables de cumplir en otro medio más hóstil que el salvaje. Y de ser así acaso esta educación no debiera envilecernos como sujetos para así vernos mejor preparados a esas nuevas y más injuriantes condiciones de vida.
Ascaso si un sistema educativo dado nos estuviera preparando para ser más felices; no debería partir entonces de un modelo de conducta a imitar por lo grato y sencillo de su obrar, por lo abundante y gratuito de sus recursos y de lo generosa y solidaria conducta de su comunidad humana fundante.
Función biológica o programa civilizatorio
De aquí parten todos los elemento a discernir dentro de lo que podríamos denominar como el terreno de la educación moderna. Una comunidad que posee un soporte biológico apto e interactivo con su medio natural que reconoce gratificantes a múltiples actividades propias de su cotidianidad, pero que por algún motivo extraño decide excluir a los más jóvenes de la facultad de ver y aprender por si mismos cuales de esos elementos habrán de ser aprendidos directamente en su sitio y oportunidad concretos junto a sus mayores. Y que si en cambio asina y concede a otros la facultad de inducirlos a hacer otras cosas so pretexto de ser estás más relevantes que todas aquellas que nacen del sustrato cultural del que parten los sujetos educandos.
Aquí aparece el invento de la ciencia como anillo al dedo de la verticalidad aristocratisante típica de la conducta gregaria europea. Este es el fundamento lógico de la subordinación de la cultura a la ciencia y por ende del pueblo vulgar y bárbaro; a la élite iluminada y virtuosa que encabezan en tropel la religión, la oligarquía local y los mentores de la ciencia moderna en su intimidante conjunto.
De que nos sirve ahora saberlo
Este círculo de restricciones conocido ahora como educación formal, es comprensible entonces que inhiba y castigue a la exclusión a tanta gente con las infalibles excusas que todos hemos ya escuchado en alguna parte al descalificar a un individuo de nuestra misma especie y edad en algún sórdido establecimiento educativo. Pero la educación actual no sólo hace eso. Además conforma conductas a patrones de autoridad muy difíciles de erradicar luego y que serán abono de toda clase de explotaciones y arbitrariedades. Modos de subordinación que retomarán para tí en fábricas, cárceles y toda otra clase de escenario donde sea que se presente la inapelable voluntad del opresor y sus secuaces.
Educar para la libertad es otra cosa. Antes que nada debemos partir de la universalidad de lo humano como ser dotado de una conducta constitutiva, luego darlo de alta como actor de una cultura digna de ser vivida y defendida como relato y recién por último abordar cada particularidad del conocimiento universal que realmente aplique un interés cierto a su tiempo y lugar dados como ser histórico y miembro de un colectivo humano pujante y armónico del que valga la pena tomar parte.
La razón del opresor
La causa justificante proviene de la conquista y se ha mantenido indemne por generaciones. Es la sometida condición de habitante natural la razón de tanta pompa. Una preparación para el fracaso como sujeto emergente de una geografía tan particular y autónoma que de nada sirva para el usurpador colonial sea la forma que ahora tenga, dado que su interés será siempre el intrroducir como prioridad la necesidad productiva de su lugar de origen (oro, vacas, granos, peces, maderas y ahora hasta el agua dulce).
No le sirven tus sabrosas vizcachas y charatas, tiene que ser gallinas. No pueden ser tus bosques y montes las fuentes permanentes de todas las satisfgacciones a tus necesidades. Exige el progreso que depongas el medio natural en favor del cultivar y de la explotación agropecuaria que destruya la naturaleza y por ende a tu próspera cultura.
Es la continuidad del holocausto americano lo que reina hoy en la aulas de nuestra tierra argentina.
Plan B
Siendo modestamente realistas debemos interpretar entonces que un programa educativo enemigo de su población habrá de declinar hasta su remisión total, pero que por más que en la práctica ya se lo vea invalidado por la ausencia de empleo y la primitivización de las necesidades, tomará un tiempo en ser asumido como obsoleto.
Para nuestra tranquilidad los sustitutos ya han llegado y continuarán su propio camino hacia una educación más libre y eficiente sin que tome el cargo un despótico sistema como lo ha sido hasta ahora.
Sí en cambio ha comenzado una transición hacia una consultividad en el programa de desarrollo que ya se asume como de infranqueable radicación local y que es esperable que prospere conforme la población alcanzada vuelva a avocarse a sus tareas más normales.
La familia, la alimentación, la vivienda y las múltiples relaciones de interacción con el medio natural serán el fin en definitiva de las colectividades humanas mejor identificadas con "el buen vivir" y con los nuevos paradigmas hallados por el "índice de satisfacción humana" propio de las congregaciones mejor adaptadas y por ende, más felices.
Educar para la felicidad
"No hay un placer que no resuelva la satisfacción de un instinto primario" . Es así como la verdadera maestra hace su ingreso al aula de la mente humana. La Madre Naturaleza objeto de todas las vocaciones juveniles, rectora de la fauna y de la flora; dueña del clima y de todos los tiempos y espacios a los que algún día nos haga falta adaptarnos como cualquiera de sus hijos.
Ella provee especialistas de todas las ramas zoologicas disponibles y los ofrece como jugadores al equipo de todos los sagrados procesos naturales de interacción. Ella regula sus celos y su reproducción y de esta forma la educación tendera a verlo por si misma en el terreno que generosa y desinteresadamente ofrezca entonces a sus HABITANTES.
Arturo Avellaneda
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