El valor de la energía

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La energía consumida demanda más energía

Consumir energía implica que podemos realizar una tarea, una vez realizada necesitamos más energía para efectuar más tareas. Al final tenemos un sistema cíclico en donde el desarrollo de una actividad está supeditado al continuo proceso de generar más energía con el propósito de extraer más materias primas, procesarlas, transportarlas, distribuirlas, consumirlas y por último reciclarlas parcialmente con el fin de que retornen a la cadena productiva.

Para el ser humano, el valor de cada unidad de energía consumida es el valor de una oportunidad para consumir más energía en el futuro. Planificamos sobre la energía aún disponible nuestras necesidades energéticas venideras. En el neoliberalismo la visión de disponibilidad energética es infinita, por tanto, se contrapone con la realidad que proyecta un horizonte energético limitado. Aquí, el sistema entra en contradicción con el entorno y empiezan a chirriar todos sus mecanismos de funcionamiento.

Las reservas energéticas limitadas dificultan la continua extracción de recursos no renovables que son indispensables en los procesos productivos, y también, impiden la producción intensiva y extensiva de los recursos renovables. Esta limitación en la disponibilidad energética conlleva inexorablemente a una competición por la apropiación de los recursos finitos, que son vitales para que la rueda siga girando.

La energía y el dinero

La energía no es un bien para el consumo final sino un bien intermedio que satisface las necesidades en la producción de bienes y servicios. La configuración de la economía, la planificación, las leyes, los pactos laborales se realizan en la confianza de un futuro con más energía. El coste de los bienes y servicios se tramitan con dinero pero, al fin y al cabo, el dinero representa una cantidad de energía aprovechable. Existe una relación directa entre la energía y la economía global, es decir, si la economía global crece o baja, también crece o baja el consumo de energía.

Esta civilización moderna basada principalmente en la creciente adquisición, transformación e intercambio de bienes materiales ha desencadenado un frenesí en la demanda y oferta de energía, de manera que ésta se erige como la principal columna sobre la cual recae todo el peso de la estructura económica moldeada por el hombre contemporáneo.

El sistema bancario apuntala el crecimiento exponencial con la creación de dinero de la nada, no obstante, la energía no se puede crear de la nada. A través del sistema de reserva fraccionaria, un banco está autorizado a crear un 10% de crédito con sólo el 1% de capital propio. Todo el dinero creado en los créditos se destruye a medida que se amortizan. Para pagar los intereses se debe fabricar más dinero de la nada mediante nueva deuda, lo que generará más intereses a pagar, y así sucesivamente.

Energía y población

La curva de crecimiento de la población mundial se mantuvo constante hasta que la sociedad humana tuvo acceso a los combustibles fósiles. A partir de 1860 la extracción de estos combustibles y la población mundial evolucionaron de forma paralela. En los últimos 40 años el consumo de energía anual promedio por persona ha sido de 1,5 Toneladas Equivalentes de Petróleo (TEP), desde 1,2 TEP en 1966, hasta 1,7 TEP en 2006. El consumo mundial de la energía se ha triplicado mientras el crecimiento de la población se ha doblado. Por supuesto todavía hay grandes diferencias en el consumo de energía. Las poblaciones de India, Pakistán y Bangladesh consumen 0,8 TEP por habitante y año, mientras el promedio mundial es de 1,7 TEP y el consumo norteamericano es aproximadamente de 8 TEP. El incremento exponencial de la población humana ha sido posible fundamentalmente por un aumento exponencial en la producción de energía. Ahora nuestra civilización necesita una gran cantidad de ella, no sólo para sostener el nivel de consumo alcanzado, sino también para seguir creciendo así sea de forma modesta.

Los panes y los peces

Los ingenieros y geólogos, ángeles guardianes del sistema, cada día se aprietan las meninges por arrancar de la tierra y del fondo marino las fuentes primarias de energía de origen fósil que aún quedan. Estos esfuerzos titánicos pretenden obrar otro milagro parecido al de la multiplicación de los panes y los peces.

Aunque los combustibles no convencionales no sustituirán completamente el volumen de extracción de los combustibles convencionales, sí que retrasarán el declive de estos últimos.En la medida en que ya hemos consumido los depósitos de combustibles fósiles más accesibles, sólo nos quedan los yacimientos con un mayor grado de entropía, menos aprovechables, más contaminantes, de más difícil acceso y cada vez más caros de explotar.

Los proyectos vanguar distas de extracción submarina de petróleo se realizan a cientos de metros de profundidad del océano, en el lecho marino, estos proyectos pueden tardar entre 6 y 9 años desde el descubrimiento hasta la fase de producción. La primera opción de las compañías petroleras consiste en aumentar sus stocks mejorando la tecnología, pues la mayoría de estas reservas se encuentran en los yacimientos ya explotados. En los últimos años se han producido muchas innovaciones: perforaciones multidireccionales, inyección de vapor, de gas etc. Con las técnicas sísmicas los ingenieros saben los flujos de crudo que hay en un yacimiento y, por tanto, pueden gestionar con más eficiencia su explotación. La segunda opción consiste en lanzarse a la explotación de zonas de difícil acceso, pero aún no se ha desarrollado una tecnología que mejore sensiblemente la TRE en estas condiciones. La esperanza está en los sistemas de producción candente, es decir, inyectando vapor. Sin embargo, las formidables inversiones que se requieren para procesar el crudo pesado, especialmente en la etapa de industrialización hacen complicada la viabilidad económica de esas reservas.

El edificio de la civilización

Nos estamos acercando a un punto en el cual cada vez requerimos más energía para que el edificio de la civilización que estamos construyendo siga elevándose. Al construir una nueva planta nos vemos forzados a construir otra so pena de quedar atrapados en la recesión. Hay un temor fundado por parte de los poderes facticos e institucionales de un estancamiento o de un decrecimiento económico, pues el mundo como ellos lo conciben, entraría en una hecatombe que nos conduciría inexorablemente a un escenario apocalíptico. Si descendiéramos del edificio no tendríamos salvación, el mundo sería tan caótico y dramático que más nos valdría seguir construyendo nuevas plantas pues nos jugaríamos la vida en ello.

Energía y decrecimiento

Si es posible bajar del edificio sin jugarnos la vida. Es factible una diminución de nuestro consumo energético, es conveniente utilizar la energía que nos brinda la naturaleza de una forma sostenible y respetuosa sin superar la capacidad de carga del planeta. Nos encontramos encorsetados, confinados por una diferencia de potencial muy alta que nos impide ver más allá del crecimiento perpetuo. El decrecimiento planificado no se contempla como una opción, por eso seguramente, el decrecimiento caótico será un suceso sobrevenido por el devenir de los acontecimientos. Mientras no desconectemos con el actual paradigma socio-económico no podremos dar el salto, como una sociedad cohesionada en un proyecto común, que nos permita adelantarnos a la gran escasez y que nos ofrezca la oportunidad, por lo menos, de paliar lo máximo posible los efectos nocivos de la crisis energética que se nos avecina.

Juan Carlos

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