VIERNES, 11 DE MAYO DE 2012
Le ruego que me disculpe por robarle unos minutos de su tiempo, que sé que es escaso y valioso; y en virtud de ello supongo que apreciará que vaya directamente a la cuestión y no pierda el tiempo en formulismos.
Mi nombre es Antonio Turiel, y soy Científico Titular del CSIC, con destino en el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona. Soy físico y matemático de formación y doctor en Física Teórica con 14 años de experiencia postdoctoral. Trabajo en el Área de Recursos Naturales del CSIC y mi trabajo de investigación se centra en la explotación oceanográfica de los datos de satélite y el estudio de la turbulencia. Aparte de este trabajo de investigación, hago también una intensa tarea de formación y divulgación sobre los problemas de sostenibilidad de nuestra sociedad, y particularmente sobre los retos que supone el inevitable decrecimiento energético al que estamos ya abocados.
Le escribo porque, en mi calidad de servidor público, creo que una función importante que debo cumplir es la de alertar sobre los retos que deberá afrontar la sociedad española, especialmente aquellos que supongan riesgos mayores poco abordados. Y después de unos años investigando el problema de la creciente escasez de recursos energéticos estoy convencido de que no se está abordando correctamente desde las instancias públicas, en parte por las complejidades técnicas del problema, y en parte porque la nueva situación entra en profunda contradicción con las bases de nuestro sistema económico, financiero y productivo y por tanto se hace odiosa de aceptar por parte de los expertos económicos.
La situación es, al final, bastante simple. Hemos llegado a un punto en el cual no podemos aumentar mucho más la cantidad de energía disponible anualmente para las actividades humanas en este planeta. Peor aún, teniendo en cuenta que todas las materias energéticas no renovables (petróleo, gas natural, carbón y uranio) siguen una curva de explotación que siempre tiene una fase terminal de declino, que todas ellas están ya cerca de su máximo productivo -si no lo han pasado ya- y que las renovables no pueden ni de lejos ofrecer la misma cantidad de energía, estamos abocados a un descenso energético prolongado y de gran magnitud. En el caso del petróleo crudo, por fin en 2010 la propia Agencia Internacional de la Energía reconoció que superó su máximo productivo en 2006, y que actualmente la producción total de petróleo sólo puede crecer si lo hace la de petróleos sintéticos (arenas bituminosas, biocombustibles, líquidos del gas natural, petróleos de esquisto...), que son petróleos de menor poder energético, mayor coste energético de producción, menos versátiles para el refino y encima de producción limitada ya que dependen de la disponibilidad en grandes cantidades de otras materias, en particular gas y agua, cuyo flujo no siempre se puede aumentar.
Estos problemas con el petróleo crean una situación de impasse histórico. El petróleo no es fácilmente sustituible por otras fuentes de energía y el coche eléctrico nunca será desplegado a gran escala. Se espera además que el gas natural llegue a su máximo hacia 2020, incluso contando con los no convencionales (el más destacado actualmente el gas de esquisto o shale gas, el cual tiene muy baja rentabilidad energética y por tanto económica). El carbón llegará a su máximo productivo en esta década, y en cuanto al uranio su cenit productivo se espera para entre 2015 y 2035, aunque estudios recientes se decantan más por la primera fecha. Añádase a eso que el potencial eólico teórico de la Tierra en su conjunto no llega ni a la catorceava parte del consumo energético global, que las placas fotovoltaicas tienen un rendimiento energético insuficiente para mantener una sociedad (como se sabe, la energía que recupera una sociedad ha de ser unas 10 veces superior a la que se invierte en su extracción, so pena de entrar en una espiral de colapso económico), que la hidráulica ya está al límite de explotación en Occidente, que las otras renovables (geotérmica, mareomotriz, undimotriz,...) tienen un potencial limitadísimo, y que en materia energética no hay milagros a la vista. El panorama que se dibuja para los próximos años es, por tanto, muy sombrío, puesto que energía es economía y faltando energía esta crisis económica no acabará nunca.
No sólo los técnicos como yo están alertando del problema. Ya en 2010 la compañía aseguradora Lloyd's (la mayor del mundo) presentó un informe en la Chatham House británica alertando de una posible interrupción global del suministro de petróleo (y sus graves consecuencias) en 2013. Personalidades internacionalmente reputadas del mundo de los negocios (como el inversor Jeremy Grantham) alertan de que los problemas con el suministro de materias primas son estructurales e irresolubles. El propio Fondo Monetario Internacional ha comenzado a considerar que los problemas de suministro de petróleo no se resuelven mediante una mera regulación de oferta y demanda, sino que los factores geológicos modulan la respuesta y pueden inducir una recesión (como muestra un documento de trabajo reciente). Incluso en el Banco de España un estudio reciente sobre el problema de la energía neta llega a la conclusión de que la geología domina sobre las señales del mercado y que nos podemos estar adentrando en una época de escasez. Y por no hablar de los cientos de documentos en que se analiza el problema de la inminente escasez de petróleo por el Departamento de Energía de los EE.UU., el Servicio de Inteligencia Militar de los EE.UU. (y también el alemán) o diversos think tanks de la industria.
A nivel político los movimientos son amplios fuera de nuestro país. La última Administración Bush encargó el llamado Informe Hirsch, el cual analizaba el problema del Peak Oil y advertía de sus graves e inminentes consecuencias. La presente Administración Obama tomó muy en serio el reto, como se refleja en la elección del Secretario de Energía, el Dr. Steven Chu, premio Nobel de Física y director del Lawrence Berkeley National Laboratory hasta su nombramiento como Secretario de Energía; el trabajo del Dr. Chu se centraba en la seguridad energética de su país y ya en 2006 alertaba sobre la posible llegada del Peak Oil para 2010. Los movimientos en el Reino Unido son de especial amplitud, con una comisión parlamentaria especial para tratar de este problema y contactos frecuentes con la industria y los expertos. Incluso en Francia, el Primer MinistroFrançois Fillon reconoció en la Asamblea Nacional en Abril del año pasado que la producción de petróleo ya sólo puede decrecer. En cuanto a España, el peak oil ha sido abordado en multitud de documentos públicos, desde el anterior Plan de la Energía de la Generalitat de Catalunya hasta en las deliberaciones de la Comisión Nacional de la Energía sobre la Ley de la Economía Sostenible presentada por el anterior Gobierno. Hay, literalmente, cientos de documentos donde se alerta sobre la inminencia y gravedad del problema, pero éste es un debate público pero no publicitado.
Y es precisamente esta falta de publicidad la que seguramente le está haciendo más daño hoy en día al debate político y desgastando en demasía a los gobiernos. Porque el problema del descenso energético no puede ser abordado de una manera convencional. Porque la crisis energética no se manifiesta como una escasez directa de energía, sino en una progresiva falta de capacidad de acceder a la misma y una destrucción económica continuada por falta de viabilidad de los negocios. La crisis energética, que ya está instalada entre nosotros, mina la viabilidad de nuestro sistema económico y por ende de nuestra sociedad.
Entiendo que sus asesores le aconsejan que tome más y más medidas de austeridad para garantizar el retorno a la senda del crecimiento, pero el problema es que el crecimiento es ya físicamente imposible, por escasez de la energía necesaria para ir a más; como mucho podemos aspirar a mantenernos y en el peor de los casos a ir decreciendo lentamente, arrastrados por el descenso energético. Resulta difícil refutar que el petróleo ha entrado en una nueva era, la del petróleo caro, la del petróleo difícil, la del petróleo incompatible con el desarrollo económico. Incluso el más entusiasta de sus asesores comprenderá que hay un grave problema estructural simplemente echándole un vistazo a la gráfica de elasticidad de la producción de petróleo (sacada, por cierto, de un artículo publicado en Natureeste mismo año).
Extraído de Muuray & King, Nature 481, 433–435; 2012
La realidad, Sr. Presidente, es que vivimos un momento histórico que nadie sabe de cierto cómo encarar, y que por ello mismo la actitud general delante de él es la de negarlo. Pero negarlo sólo nos hunde más y más en esta crisis económica que no puede acabar nunca. Y como por desgracia ya está comprobando a Vd., Sr. Presidente, le harán responsable de un proceso del que no tiene la culpa y contra el que no puede hacer nada con los medios convencionales, con los medios que hasta ahora se han adoptado. Pero delante de esta crisis última, la de los recursos, podemos reaccionar, podemos amortiguar sus efectos; podemos, sí, pero planteando las cosas de una manera muy diferente a como se ha hecho hasta ahora.
No puedo decirle qué es lo que debe hacer; es Vd. el Presidente y yo sólo un simple servidor público. Sólo me permito sugerirle que preste una atención preferente a la cuestión de la crisis energética y que comprenda hasta qué punto es la causa última y fundamental de las dificultades que estamos viviendo y de las que viviremos. Estoy seguro de que a partir de ahí entenderá más claramente por dónde debemos seguir.
Confío en Vd., Sr. Presidente. Nuestro futuro está en sus manos.
Atentamente,
Antonio Turiel
Científico Titular del CSIC
http://crashoil.blogspot.com.ar/
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