LA TIERRA, El capital concentrado va tras su última burbuja.



Nuevamente la crisis económica que se avecina es provocada por los bancos, sólo 
que esta vez su magnitud es planetaria. Un proceso que resultará difícil de asumir 
en las potencias centrales dado el alto grado de confianza que esta clase de 
institución ostenta. El desajuste financiero es producido otra vez por los banqueros, 
quienes por alcanzar un mayor beneficio para sus arcas, arriesgan el ahorro que 
pacientemente reúne el pueblo con su trabajo. Muchos ciudadanos 
estadounidenses han sufrido ya la ejecución de sus casas, en tanto que con su 
propia plata se pagan los explosivos con que detonan más viviendas por todo el 
orbe.
  
Retraída por su crisis y en absoluto estado de sumisión a la moneda extranjera, 
Argentina asumió hace escasos seis años, su más profunda derrota. Entonces 
habíamos acudido a concentrar todos nuestros resultados económicos en las 
instituciones bancarias, como si esta actividad por si sola fuera "causa eficiente" del 
destino de nuestra historia. Así bajo ese asesoramiento, nos avisaron una mañana 
que los banqueros se habían ido otra vez con nuestros ahorros.

Con los recursos naturales no es diferente. Las potencias centrales en un estado de 
avidez sin precedentes, solventan sus descomunales niveles de consumo de 
alimentos, combustibles y minerales con los recursos que arrebatan a las naciones 
periféricas. Así fue como nos tocó la producción primaria, sin que tal decisión haya 
partido de consenso alguno. Y así nació la marcada postergación a la que fuimos 
sometidos por las potencias industriales. Un proceso que tiene como antecedente 
los 515 años de economía colonial y que en la actualidad continúa con la obscena 
exportación de alimentos y recursos mineros a cambio de más exclusión y moneda 
electrónica.

Hoy, cada argentino alimenta a una docena de personas que nunca verá, mientras 
que yace en nuestro subsuelo suficiente riqueza como para pagar toda la deuda 
pública en un ejercicio. Y a pesar de la creciente alza del valor de los productos 
primarios, la sujeción a un sistema económico obsoleto nos invalida para alcanzar 
un estándar de consumo digno para nuestras familias. Hoy cada argentino invita a 
desayunar a cincuenta personas que no conoce, mientras que al finalizar la jornada, 
no ha ahorrado para sí mismo, ni el importe equivalente a una taza de café con 
leche.
   
Desafortunadamente nuestros segmentos más favorecidos por la oportunidad, 
carecen de la facultad de volcar en beneficios sociales los excedentes de dicha 
bonanza. Pero sí, en cambio acuden nuevamente a los bancos extranjeros con sus 5
dividendos económicos, volviendo a exponer el resultado de nuestro esfuerzo 
cotidiano en un circuito que carece de devolución alguna, pero que si en cambio 
alienta a muchos inversores foráneos a adquirir tierras en el Río de la Plata, con el 
respaldo de nuestro propio dinero. Así terminamos pagándoles para que nos quiten 
la tierra, a los mismos estafadores que los incautos norteamericanos pagan para 
que les quiten las casas.
   
Nadie advierte al comenzar a analizar las verdaderas razones por las que nuestro 
país sobrevivió a la crisis del 2001, lo esencial que resultó la enorme disponibilidad 
de recursos naturales de nuestro territorio, como tampoco se evalúa 
concientemente, el descomunal ejercicio de voluntad que aportó el pueblo con su 
esfuerzo cotidiano.

Habitualmente la trazabilidad de un proyecto de desarrollo, supone como gratuitos, 
muchos elementos anteriores a su planificación y que sin los cuales todo el ejercicio 
económico carecería de fundamento. El agua, el suelo, la capacidad de trasporte y 
el empleo de energías perdurables entre otros elementos de relevancia, integran 
este factor inconsciente en la mayoría de los emprendimientos comerciales. Pero es 
sencillamente la adhesión popular lo que hace de ellos un dispositivo armónico al 
que llamar economía.

Así nace la necesidad de proponer abiertamente un revalúo de nuestras 
oportunidades económicas, ahora que el paradigma del desarrollo en occidente 
parece detenerse. La insensatez de una guerra que no termina, el soberano 
encarecimiento de la energía y la repentina escasez del agua y los alimentos más 
básicos, han terminado por minar de conflictos el horizonte económico global, 
mientras que un exponencial crecimiento de la población mundial confirma la 
profundidad de la emergencia en progreso.

La continuidad de un modelo económico sede en importancia ante la necesidad 
inmediata de supervivencia colectiva, de modo que sin distinción de moneda o 
ideología alguna, la gente espera que un sistema provea como mínimo a cada 
miembro activo, de todas las necesidades básicas que dignamente demanda una 
familia, a cambio de un sencillo día de faena. Sin una posición ética frente a esta 
variable de adhesión, estamos o no de un lado u otro del próximo conflicto.
Cuando el saqueo compromete la supervivencia mínima, la población combate o 
emigra y va llegando la hora de madurar nuestra capacidad para enfrentar los 
nuevos tiempos que se avecinan con la heroica responsabilidad con la que alguna 
vez libramos nuestras batallas emancipatorias. 

Arturo Avellaneda
Fragmento Informe ANA 2008

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